lunes, 26 de noviembre de 2012

Océanos de tiempo

No puedo decir con toda seguridad de a quién pertenece esta cita, ni si es de algún libro, obra teatral o película. Lo único que sé es que llegó hasta mí (de manera anónima) y me gustó. El título que le he puesto a la entrada es de una cita de Drácula, de Bram Stoker.


 
“Hacía tiempo que no esgrimía mi añeja máquina de escribir y forjaba en un seco pergamino un triste hilo de pensamiento de sabor rancio y tiempo pretérito. Aun huelo al acerbo resabio a vida sosegada que dulcifica, como aire de almíbar ambarino de aroma aguamiel, mis pretendidas esperanzas de evolución y mi vehemente sed milenaria de origen cáustico, quizá protervo e infernal. Sed... sed... Desde hace siglos estoy vacío. Ningún objetivo, cero fanatismos, ausencia de creencias, soy el mejor en todo, pero no gano a nada... Ni siquiera en este ático de formas renacentistas y de vistas inalcanzables para una mente mortal puedo yo descansar como lo haría cualquier otro: Porque estoy maldito. Me ahogo en el rubor de un inconsciente ser ajado que se crispa en la noche, que bajo la impávida sombra de un bello astro, oh Luna, tu, Adonis del albor, transforma una vida social polimellada en el ostracismo temporal que escinde mi legítimo nacimiento, de la savia cosmopolita actual... Si, la trasforma a esto, a la lamentable esencia del errante macilento, un cazador noctívago que distingue sus víctimas (mártires de una endiablada necesidad abstrusa) en la noche y los atrapa. Suavemente les busco la muñeca y les encuentro el reloj, mientras la víctima, en un oscuro trance, disfruta del éxtasis, como en un deleite orgiástico oigo su acompasado corazón latir lascivo en un aparente rito sexual... No lo comprenden... No hay lujuria bajo mis labios, sólo muerte. En ocasiones, las exhortadas miradas perdidas de placer cobran la extraña voluntad de mirarme a los ojos, suelen ser esos últimos atisbos de terror los que me confunden con un virtuoso de la noche. No, damas y caballeros, igual de virtuoso soy bajo la irradiación solar que bajo la luminaria nocturna... Pero la gente como yo, la de arraigada idiosincrasia romántica y solitaria, prefiere la indolencia de la noche para llevar a cabo sus oscuros actos bajo las tinieblas y neblinas desprendidas del vaho noctámbulo... Arrogancia y buen gusto se resumen en mi serenata mortuoria. Y aun así es extraño. Si a alguno de vosotros preguntase qué soy erraría, tan seguro de ello estoy, que no os lo planteo. Diablo, vampiro o nosferatu, todas ellas tipificaciones inválidas. Fantasma de la substancia, alegoría algebraica de lo enigmático, ser divinamente insatisfecho de extraordinarias capacidades sobrenaturales. Condenado a no tener tiempo, fui desterrado del flujo del acontecer, y castigado a una sed temporal que me tortura cuando no la sacio... Vampiro de tiempo, espectro de lo efímero, demonio del divagar... Argos me llamaron, cómo lo hagáis vosotros, me es indiferente... Solo os gratifico el tiempo que me acabáis de ofrecer... No, no queráis entender porqué os lo robé de esta manera tan necia y absurda... No... Jamás comprenderéis el ahogo que inflige morir de necesidad, y no morir...” 


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