viernes, 19 de octubre de 2012

Capítulo 14: El regreso #Bandida



El bosque volvía a ser susurrante, las ramas embestían unas contra otras y creaban el famoso sonido al que todos temían. Pero Kate ya no volvería a tenerle miedo, había estado en el corazón del bosque y había sobrevivido.
Los pasos eran lentos, pero les conducían hacia donde iban. Garrett y Kate salían del bosque junto al caballo. Era difícil montar en ese terreno, la mitad de las ramas harían caer a un jinete, por lo que Garrett sujetaba el estribo para guiarlo. Había atardecido hacía unas horas, pero todavía había suficiente luz como para poder ver. La salida estaba cerca, y una vez fuera, Garrett se lo conocía todo, no le haría falta la luz.

Cuando hubieron salido, la inmensidad era infinita. Los grandes terrenos de arena eran amplios, y era fácil perderse por ellos. Pero gracias a los conocimientos de Garrett que conocía algunos secretos de los indios para la orientación, conseguirían trotar por las llanuras sin detenerse y sin vacilación.
Una vez fuera del terreno boscoso, Garrett subió a Kate delante de sí y empezó a galopar. Confiaba en que ella acabara durmiéndose, el traqueteo era horrible, pero cuando te acostumbrabas podías ser capaz de dormirte sobre el caballo.


Kate intentó ser fuerte, no parpadeaba a no ser que fuera necesario, pero la pesadez de las horas y el cansancio del viaje, la hicieron caer en un leve pero insistente sueño. En él volvía a estar en el lago, volvía a escuchar disparos y gritos, los sonidos de la muerte. El lago se veía teñido del color rojo de la sangre y ella no podía hacer nada por parar esa atrocidad. Corría, se acercaba a la matanza y no tenía nada más que sus desnudas madres para parar todo aquello. Sabía que no era suficiente, y aún así se interponía entre una bala y una mujer que yacía en el suelo, desamparada.
La bala le acertaba en el pecho y el sueño se terminó.

Cuando Katherine abrió los ojos se dio cuenta de que tenía los brazos de Garrett sosteniéndola, apretándola hacia él, dándole seguridad.
-¿Estás bien?  -la voz de Garrett rasgó el silencio. –Sólo ha sido un mal sueño.
Kate intentó desembarazarse de las imágenes que la atormentaban, los gritos, los disparos, la sangre.
-Era horrible, todos gritaban… –y una solitaria lágrima se abrió camino por su pómulo.
Garrett la atrajo más hacia él, abrigándola con su calor, fortaleciéndola.

Aún quedaba mucho terreno hasta llegar a las cuevas, y no quería que Kate se desmoronara. Le convenía permanecer fuerte y decidida, la empresa que tenían que realizar era de alto riesgo, una sola duda o una vacilación y se vendría abajo.

*****

Cuando en el horizonte se dibujaba la sombra recortada de la montaña  se veía nítidamente. Habían pasado toda la noche y la madrugada cabalgando. Kate descansa floja sobre el abrazo de Garrett, ella volvía a estar dormida. Después de despertarse de su pesadilla le había costado horrores volver a dormir, y ahora Garrett se sentía fastidiado por tener que despertarla, pues ya había llegado a su destino.

Los pasos del caballo se iban deteniendo, casi no hacían ningún ruido durante el amanecer. El sol, de color anaranjado, comenzaba a levantarse en el horizonte, creando sombras flexibles y de colores suaves.

El caballo se detuvo.

-Kate –dijo Garrett mientras sostenía el cuerpo dormido de Katherine. -¡Kate, despierta!
Los ojos de Kate empezaron a pestañear y poco a poco se abrieron, nublados.
-Ya hemos llegado.

Kate levantó su cabeza, viendo por primera vez en un par de días su hogar. La suave luz del amanecer incidía sobre las rocas sacando colores lavanda, era una bella vista, no tanto como el perfil recortado de la montaña.
Las manos de Garrett le ayudaron a bajar del caballo, cuando estuvo sobre sus pies, Garrett la soltó. Kate estiró su espalda, el viaje en caballo era incómodo, pero había estado relativamente cómoda por el cuerpo de Garrett, que había tenido que soportar las peores embestidas del caballo.

Mientras Garrett abandonaba la silla de montar dirigió su mirada a Kate. No sabía si ella soportaría la carga de la empresa que les aguardaba. Por otro lado, no sabía si él sería capaz. Salvar a toda tu gente de las garras de un miserable bandido y no convertirte en un monstruo en el intento. ¿Estarían todos muertos? Sus amigos, su familia.
Decididamente no podía saberlo, pero lo averiguaría, y si tenía que matar con sus propias manos a Biggs, lo haría. Sabía que no se echaría atrás, pero ¿y Kate? ¿Tendría la sangre fría para usar un revólver? Jamás había tocado un arma, su padre jamás lo habría permitido.
Ató al caballo en un saliente de una roca cercana. No se tendrían que preocupar por so lo veían venir. A estas alturas ya sabrían que Kate y él no estaban durante el tiroteo, que habían huido.  Sacó un par de armas de la alforja que el caballo mantenía en su lomo, y un puñado de balas que introdujo en su bolsillo derecho y cargó las dos armas.

Kate no abandonaba la vista de la montaña, estoicamente aguantó las lágrimas que pulsaban tras su lagrimal, y dejó de preguntarse donde estarían su padre y hermana,  ya lo descubriría.
Garrett se puso delante de ella, tapándole la vista del amanecer.
-Kate, quiero que me escuches con atención.
Kate lo miró, decidida.
-Toma –dijo alargándole uno de los revólveres-, es muy sensible, guárdala.
Kate bajó la mirada hacia su vestido, tanteó las ondas de éste. Ni un solo bolsillo en el que dejar el arma. Su peso era ligero, muy ligero, pero no debía olvidar el peso que ello conllevaba. Con una sola de sus balas podría matar a alguien.
-Está bien, mantenla en la mano, pero no agarres el gatillo a no ser que sea necesario.
-Tú sabes que yo no sé manejar un arma –no era una pregunta, si no una afirmación. Para ella el peso del arma era tan nuevo como las tareas de fruncido para Garrett.
-Sí, lo sé. Pero deberías ser capaz de disparar derecho. Tienes buena vista y eres rápida, confiemos en eso.

Y comenzaron a subir lentamente, aprovechando la oscuridad tras las rocas. No se oía nada, nada excepto sus pasos.



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