viernes, 12 de octubre de 2012

Capítulo 13: De vuelta a la realidad #Bandida


Vuelve el calor lacerante, lamiendo cada uno de sus rincones. Kate despierta, envuelta completamente en sudor agonizante. Está sola, en la improvisada cama no hay nadie más que ella.  Es imposible decir si es todavía de noche o ya ha salido el sol.
Kate se levanta y se dirige al lago, suaves ondas de agua fresca la reciben  y ella ahoga un gemido ante la sensación. Unos minutos en el lago son suficientes para eliminar el sudor de su cuerpo y la sangre que se acumulaba en sus muslos. Cuando sale, está seca, es increíble la cantidad de calor que hace ahí dentro.

Lentamente busca su vestido.  Cuando lo lleva puesto, coge las botas y sale de la cueva.
Fuera estaba oscuro, y corre una ligera brisa muy agradable, totalmente opuesta al calor pulsante del interior. Mientras camina vienen a su mente los recuerdos de la noche pasada. El tacto de Garrett bajo sus palmas, la mirada de adoración que él le profesaba,  la quietud con la que él exploraba su cuerpo. Kate sintió todas esas sensaciones, y las sentía ahora de nuevo al recordarlas. ¿Qué significaba eso? Lo que pasó anoche, ¿nos convierte a Garrett y a mí en algo?, pensaba Kate mientras espiaba entre los árboles, incapaz de atravesar el bosque por miedo a perderse.

De entre los árboles Garrett salía cargando un animal, Kate se estremeció ante su mirada. Garrett tenía los labios fruncidos, preocupación se leía en su rostro, a Kate le desapareció la sangre del rostro, estaba lívida. Mientras él se acercaba, Kate pudo saber que animal cargaba, era un ciervo.

-Pensaba que seguirías dormida - dijo Garrett mientras fruncía el ceño.  Garrett había envejecido diez años desde la noche anterior, se veía tenso.
Kate se encontraba perdida, el gesto de Garrett no era nada común en él. Mientras descargaba el pesado cuerpo del animal, Kate pudo verlo cansado y tenso. Los músculos de sus brazos se contraían por el movimiento, y unas perlas de sudor lo recubrían.

Cuando Garrett volvió a mirar a los ojos de Kate ya no tenían la dureza de antes, eran más cálidos pero cautelosos.
-Vamos –dijo él -, cargaré el ciervo en mi caballo y se lo llevaremos a Aisleen.
Dicho esto Garrett bajó la mirada, eludiendo los ojos de Kate y se giró, de vuelta al bosque.
-Espera –dijo. Viendo que él no hacía ningún intento de detenerse, Kate gritó - ¡Espera!
El eco hizo multiplicar su voz a través de todo el bosque, e hizo que Garrett se detuviera, y Kate pudo observar en sus ojos una oleada de tristeza, que rápidamente fue sustituida por furia. Fue hasta ella y la agarró por los hombros.
-¿Qué crees que estás haciendo? –la respiración de Garrett era rápida, acompasada por las respiraciones de Katherine, que ahora estaba asustada.
La mirada de Kate iba de Garrett a sus manos, mientras las retorcía y bajaba la cabeza, las manos que Garrett sostenía muy duras sobre sus hombros se deslizaban y perdían su agarre. La estaba soltando cuando le dijo- No quería gritarte –en su voz destilaba agonía-, ni en lo más profundo del bosque estamos seguros. No es como si supiera si nos han seguido, pero es mejor ser cautos.
Y dicho esto él se dio la vuelta y siguió a delante. Kate le siguió, aumentando el ritmo de sus pisadas para no quedarse atrás. En menos de lo que le pareció a Kate, Garrett llegó hasta el caballo, el cual relinchó de puro contento.
Palmeando su cabeza lo desató de su amarre y lo condujo en dirección contraria, de vuelta.

En el borde de la cueva había un gran pilón, rebosante de agua, el caballo se dirigió hasta allí, mientras Garrett buscaba de entre las alforjas que el caballo llevaba.
Kate esperó a que Garrett cargara el pesado ciervo en el caballo para andar a su lado, hacia Aisleen.

No podía imaginarse ni por un instante qué era lo que hacía que Garrett mantuviera una actitud tan distante con ella. ¿Fue la noche anterior? No, se dijo a sí misma. La noche pasada no pudo ser más perfecta de habérselo propuesto, pero ¿qué era lo que pasaba por su mente? ¿Por qué el trato tan duro? ¿Qué he hecho?
Mientras seguía caminando, cabizbaja, sólo podía escuchar los pasos acompasados de Garrett, el caballo y ella, pero ¿y los pájaros? ¿No había animales en ese bosque silencioso? Apenas hace un día creía que el bosque era muy peligroso, y que en él no había vida. Aisleen había estado viviendo aquí por muchos años, si ella lo había conseguido, sería porque hay alguna fuente de alimentos. Al menos había un ciervo.

Mientras que el sonido cadencioso de las pisadas sobre las hojas caídas los envolvía, el sol llegaba a su cenit, lo que hacía que Katherine se sintiera exhausta. ¿Por cuánto tiempo más vamos a seguir andando?
Y en ese momento, como salido de un espejismo encontraron la tienda de Aisleen, totalmente camuflada a su alrededor por todo tipo de plantas, árboles y musgo. Le hubiera sido imposible encontrarla.
Garrett descargó el ciervo, dejando que el caballo descansara a un lado de la tienda. Al ruido de pasos, Aisleen salió de su hogar y los recibió con una sonrisa. Kate era incapaz de colocar una sonrisa de vuelta, pero hizo el intento, que se convirtió en un fruncido de labios. A pesar de los gestos serios, Aisleen no abandonó su cálida sonrisa, y los invitó a entrar, no sin antes darle las gracias a Garrett por tan magnífica caza.
-Hace tiempo que no me alimento como debería, mi cuerpo está cansado para la caza, así que me alimento básicamente de frutas y verduras.
Mientras entraba, Kate volvió a notar el inconfundible sonido del crepitar del fuego. Se sentía acogida y segura, mucho más de lo que había sentido en su antiguo hogar, las cuevas.

Aisleen le dio a Garrett una cesta de alimentos, él salió de la tienda para alimentar al caballo, y Kate se quedó a solas con la anciana.
-Veo que no están de muy buen humor de mañana –dijo Aisleen sonriendo, como si disfrutara de un buen chiste.
Mientras atenazaba el fuego para que siguiera encendido, la invitó a sentarse.
-Con ese ciervo tendré comida para unas semanas, es un buen muchacho.
Kate, que había empezado a vagar por la habitación con su mirada se detuvo en los ojos de Aisleen, que la miraban inquisitivamente.
-¿Pasaron la noche bien?
El recuerdo contagioso de la noche anterior le hizo enrojecer los pómulos.
-Sí –dijo Kate tímidamente.
La anciana volvió a sonreír, como si con eso se mostrara de acuerdo con su afirmación, como si conociera todos los detalles. Ese pensamiento hizo enrojecer más las mejillas de Kate, he hizo aparecer una sonrisa en su rostro, la cual no había podido hacer aparecer antes.

Garrett volvió a entrar, miró a Kate, su mirada se relajó, ahora ya no estaba enfadado, sino simplemente serio.
Aisleen les sirvió un par de cuencos con fruta. Ellos comieron ávidamente.
-Voy a despedazar al ciervo –dijo mientras salía.
Garrett hizo el amago de levantarse a ayudarla.
-No hace falta muchacho, me las sé arreglar sola.
Y diciendo esto, salió dejándolos solos, el uno con el otro.

Kate no dejó de mirar su cuenco, aún cuando estaba ya vacío. Garrett estaba frente a ella, pero no quería mirarlo, no cuando no sabía de qué humor estaba ni el qué lo había provocado. Si tal vez las cosas fueran diferentes, si no se encontraran en esta situación, la noche anterior hubiera significado algo entre los dos. Era confuso no saber a lo que te ibas a enfrentar al día siguiente, era imposible estar seguro de nada, y mucho menos de ti.

Entre ellos no había palabras, ni siquiera miradas, sólo se escuchaba el lejano sonido del despiece que Aisleen hacía. Rítmicamente, pulsantemente, como el latido de un corazón.
 Este silencio se hacía piedra en su pecho, la oprimía. Creaba un espacio entre ellos que la noche anterior no había estado, ¿qué había pasado? Anoche todo fueron caricias, besos y amor, y sobre todo pasión, ¿qué les estaba pasando? ¿Acaso no había significado nada para él?

Lentamente Katherine levantó su cabeza y se enfrentó a su mirada.

*****

La cara de Kate era roja, de un color carmesí, como si estuviera conteniendo el aliento.
-¡Voy a ir, quieras o no! –La voz de Kate rasgaba el aire, sonaba furiosa, pero sobre todo sonaba testaruda.
-No. –La negativa de Garrett era tajante, no daba lugar a dudas, no quería que Kate le acompañara.
Cuando Garrett salió por la puerta, Kate tomó una decisión, era drástica, podía ser dañina para ella, pero no le quedaba otra.
-¡Si no me voy contigo, me iré sola! –y cuando terminó de decir estas palabras avanzó por donde había salido Garrett antes de ella, dejándolo atrás y atravesando la línea de árboles que se extendía a su alrededor.
-¿A dónde vas? –dijo Garrett, que estaba paralizado.
-¡A buscar a mi familia!

Kate estaba decidida a ello, no se quedaría resguardada en el bosque mientras Garrett arriesgaba su vida por salvar a su gente. ¿Acaso piensa que me podría quedar de brazos cruzados?
Siguió andando, sin escuchar los pasos a su espalda, ignorando la mano que se cernía en su codo y la instaba a parar. Intentaba zafarse de la mano de Garrett que la sostenía, se retorció y retorció y lo único que consiguió fue sentirse frustrada. Las lágrimas de rabia que había intentado mantener dentro de sí se vieron ahora liberadas ante la impotencia de no poder liberarse de su agarre. Cuando cedió, Garrett la volteó y agarró su cara acunándola en sus manos.
Kate sentía la piel de Garrett, era suave, pero a la vez rugosa, tenía las manos grandes y cálidas, fuertes.

-Entiende que no quiero que te expongas al peligro –dijo Garrett mirando a Kate.
Kate veía a Garrett por debajo de sus lágrimas, no lograba a verlo nítidamente.
El pulgar de Garrett secó una de las lágrimas que resbalaba por el rostro de Katherine.
Haciendo un esfuerzo, Kate tragó el nudo de su garganta.
-No puedo quedarme aquí, no mientras… -la voz de Kate se rompía- no puedo quedarme, debo ir.
Mientras Garrett limpiaba su cara de sus lágrimas, apoyó una de sus manos en la barbilla de Kate, que temblaba.
-De acuerdo –dijo, y los ojos de Kate se encendieron-, pero sólo con una condición.
Kate asintió con la cabeza, fuera lo que fuera lo cumpliría. No quería quedarse escondida mientras toda su gente corría peligro. ¿Estarían todos muertos?
-Haz lo que te pida. No me desobedezcas –la mirada de Garrett era dura, no cabía en Kate ninguna duda de que le haría caso.


Lentamente asintió con la cabeza y juntos, se pusieron en camino.

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Y éste es el capítulo 13 de #Bandida, espero que al igual que los otros 12 capítulos anteriores, éste les haya gustado.
Me despido, no sin desear felicidad a todas las Pilares, y un fuerte abrazo a mis lectores.
¡Muchas gracias! Juntos hemos pasado de las 700 visitas al blog.

Gracias por seguir confiando en #Bandida, y un saludo!!

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